Una de las visitas a las obras de ejecución de la autovía en 2018.

Los accidentes de este fin de semana en el último tramo del Corredor del Morrazo que quedó por desdoblar para convertir en autovía han reabierto el debate sobre la necesidad de ampliar el número de carriles de la CG-4,1 como se hizo en las tres etapas anteriores desde la rotonda de Rande hasta la salida a Cangas. Estos primeros tres tramos, según la Consellería deVivenda y Planificación de Infraestructuras que dirige desde hace apenas unas semanas la pontevedresa María Martínez, se priorizaron en su momento porque la densidad de tráfico se reducía al pasar por la conexión a la VG-4.5, la incorporación a Cangas. Desde aquí y hasta Aldán el número de vehículos que utilizaban diariamente el vial era muy inferior y, de hecho, desde la Xunta consideran que fue una buena decisión porque “la medida ha sido efectiva”. 

Sin embargo, el ente autonómico no descarta continuar con el desdoblamiento de la última fase Cangas-Aldán y afirma que “está en la planificación de la Xunta”. Eso sí, lo describen como un “tramo complejo al contar con un túnel y un viaducto, además del propio enlace de la VG-4.5 que es otro viaducto”.

La conversión en autovía de los 10,8 kilómetros de los tres tramos iniciales supuso una inversión de 55,5 millones de euros para las arcas autonómicas. En aquel momento, el detonante fue una oleada de accidentes mortales en 2010 similares al ocurrido en la noche de este domingo que llevaron a familiares de varias víctimas a emprender una campaña para demandar medidas de seguridad y el compromiso de su desdoblamiento. La construcción de la Autovía se realizó en coordinación con la ampliación del puente de Rande ya que la nueva carretera pasó a tener acceso directo a la autopista AP-9 sin necesidad de pasar por la rotonda de Domaio, donde se formaban las colas en especial en verano.

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