Mi nombre es Patricia, catequista durante muchos años de la parroquia de San Martin de Vilaboa, hoy viernes 18 de marzo nos ha dejado nuestro párroco Don Guillermo Campos Garcia, y sus feligreses queremos dedicarle unas palabras que resumen lo que hoy está en el corazón de todos nosotros y que no tuvimos la ocasión de decirle. Todos los que le conocimos sufrimos por su partida y sin duda, es uno de los días más tristes de nuestra comunidad.
Una vez más se nos confirma que no sabemos nada del misterio de la vida, del porqué Dios no evita que personas como usted nos dejen en este valle de lágrimas, o por qué suceden cosas que consideramos tan injustas como la de perder de esta forma a una persona que nos ha dado tanto. ¿Por qué usted? ¿Por qué de esta manera tan en silencio, sin ninguna queja? Pero tenía que ser así, su despedida tenía que ser en la festividad de San José, por el que usted sentía devoción.
Todos los que le conocíamos sabemos de su enorme corazón, del amor que sentía por su familia, y del amor por todos sus feligreses a los que siempre trataba de animar y ayudar en los momentos de dificultad, tendiéndoles su mano y reconfortándolos para que no se sintieran solos.
Usted solía decir que no solo había que pedir a las imágenes, sino que también había que saber dar gracias, por eso hoy más que nunca le damos GRACIAS, gracias por su vocación, por su entrega, por su generosidad sin esperar nada a cambio, sólo sirviendo y buscando cumplir la voluntad de Dios, movido por el deseo de llevar a las personas a las que servían a Cristo y a su Iglesia. Gracias por su dedicación a esta iglesia durante 37 años, y no me refiero solo a lo que hizo por el templo que tanto se esforzó en arreglar y mantener para que sus feligreses pudiéramos disfrutarlo; sino por todo el trabajo que realizó para construir y conservar algo que para usted aún era más importante, una comunidad unida. Prueba de ello es que esa iglesia se ha quedado pequeña para acoger a esa comunidad a la que usted consideraba su familia y a la que tanto cariño brindó, por eso quiso que su despedida fuera en su iglesia de San Martín de Vilaboa, la que consideraba su casa y su orgullo.
Por todo eso con estas palabras queremos expresarle nuestro respeto, cariño y agradecimiento, porque a pesar del dolor que hoy sentimos, confiamos en que volveremos a verlo tal y como nos promete la Biblia. Solo esperamos que nos siga guiando desde el cielo, donde seguro que tiene dispuesto un sitio de privilegio, y que nos envíe Fe para continuar en este camino de la vida hacia la otra vida infinita, guiándonos con su ejemplo e ilusión, para que, aunque no tengamos su presencia, sepamos siempre hacer lo mejor en esta vida.
Su recuerdo es algo que pervivirá para siempre en esta comunidad y en nuestros corazones, por eso solo nos queda tomar ejemplo de su servicio a los demás.
Y si se me permite, ya a título personal me gustaría agradecerle todo lo que hizo por mi familia, ya que, en todos los momentos importantes, ya fueran buenos o malos siempre estuvo a nuestro lado. Sé que se va sin cumplir una promesa que me hizo hace años, pero porque yo no se lo he puesto fácil la verdad, y sé que, si llega el momento, usted de una forma u otra la cumplirá.
Solo nos queda despedirnos, pero no lo hacemos con un adiós, sino con un hasta siempre, porque sabemos que mientras lo llevemos en nuestro corazón seguirá aquí entre nosotros.