Entrada al cementerio municipal de Cangas.

En el centro de Cangas, acoge una de sus obras más logradas, el Panteón de Ranqueta.  Sufre falta de mantenimiento, accesibilidad y salubridad

Panteón de Ranqueta creado por Cerviño

Es el principal cementerio municipal de Cangas, situado en el centro, a pocos metros del casco vello y a un palmo del Auditorio Xosé Manuel Pazos. Reconocido por las obras de arte que cobija, como el Panteón de Ranqueta, creado en granito entre 1899 y 1901 por el maestro Cerviño para la tumba de Don Joaquín Francisco Graña y Bernardo Fandiño y protegido por Patrimonio dada su importancia. Sin embargo, su abandono es solo un ejemplo de grandes dimensiones de todo lo que albergan los muros de este camposanto por la falta de mantenimiento del Concello. 

Su estado quedó anclado en la época de Cerviño. Es totalmente intransitable, especialmente para las personas mayores que son quienes más lo visitan. Los escalones desnivelados y de piedra desgastada son una constante a lo largo de todo el recinto, asediado por el verdín, el paso del tiempo y la falta de limpieza. 

Una sensación de abandono que comparten todos los cementerios del municipio, a excepción del de la parroquia de Coiro rehabilitado en 2023 por el anterior gobierno local, pero que en este caso podría ser un escenario perfecto de cualquier película de terror en el que no falta elemento alguno.

Además de los chorreones visibles que salen de los nichos de forma constante provocados por las filtraciones del agua que entra al interior de las cavidades a causa del atasco en las bajantes y que ya denunció Morrazo Noticias en agosto de 2024, y a las que todavía no se ha puesto solución, se suma la acumulación de huesos y otros elementos de dudosa procedencia envueltos en grandes bolsas y visibles al público. Se encuentran en el interior del uno de los osarios situados en la zona superior del camposanto, justo en la puerta de acceso lateral desde el aparcamiento de Altamira.

Bultos que resulta imposible comprender cómo pudieron introducirse en su interior, que en su momento generaban, según los propios vecinos, un olor nauseabundo. La huella de obra anexa a uno de los ojos del muro podría dar respuesta a ello. “Nunca estuvo así el cementerio, es insalubre y peligroso”, reconocía apenada María Eugenia, una mujer que lleva toda su vida iluminando a las almas de los osarios de este cementerio. Al igual que hizo su madre.

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