Vicente Ferradás en una de las habitaciones del piso inquiokupado.

La vivienda está en un lugar privilegiado de la parroquia de Domaio pero durante más de dos años su propietario no pudo entrar en ella a la espera que un juez le autorizase 

Emocionado, Vicente Ferradás respira tras haber recuperado el segundo piso de una vivienda también de su propiedad que construyó con sus propias manos en un lugar privilegiado de la parroquia de Domaio como fuente de ingresos para su futura jubilación. Lo ha conseguido tras un periplo judicial de más de dos años y nueve meses después de que ocupara las portadas de los medios de comunicación tras tener que activarse un operativo policial y de emergencias para poder rescatar a un gato que sus inquiokupas habían dejado abandonado en el balcón de la casa tras huir para escapar de los turbios asuntos que les perseguían. El felino maullaba por hambre y sed pero la ley le impedía poder entrar para atender al animal pese a no haber nadie en su interior. “Entre corriente y meses de alquiler he perdido más de 12.000 euros, además de tener que asumir todo el destrozo que hay”, asume resignado.

No ha sido hasta hace solo unos días cuando, por fin, un juez ha autorizado el acceso definitivo a Vicente a su vivienda. Una felicidad ansiada que le duró poco. Nada más cruzar el umbral de la puerta, el alma se le cayó a los pies y confirmó lo que ya sospechaba. “Era un estercolero a tope», describe el moañés sin parar de recoger la ropa y las sábanas con evidentes restos humanos que cubren todo el parqué del piso. En su interior, su inquiokupa había ejercido la prostitución pese a que vivía con un menor de edad que también utilizaba para sus actividades delictivas en el barrio.

Y con el afán de volver a hacer habitable su piso lleva Ferradás desde el pasado 3 de julio cuando la comisión judicial le devolvió lo que era suyo, aunque en estas condiciones lamentables. “Por el pasillo había que andar de lado, estaba todo repleto de ropa, de cajas de cartón y basura, excrementos de animales, paredes pintadas y las puertas de los muebles destrozadas”, cuenta mostrando su incredulidad sobre la cantidad de prendas de ropa y zapatos que había en el interior. “Debían de ir robando por los tendales”, auguraba como explicación a este sin sentido. También tendrá que cambiar todos los electrodomésticos de la cocina, cubiertos por capas de suciedad y una nevera que cierra con un rústico cierre de postigo elaborado con alambre.

Aun con esta experiencia y el gasto económico que le ha acarreado, Vicente prefiere ser positivo y no pensar que todas las personas son tan irresponsables. Ha decidido volver a alquilar y ya tiene candidata.

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