Ventana por la que entraron, todavía con el polvo revelador de huellas.

La tarde-noche del jueves desvalijaron varias casas en Cangas. «Lo peor es la impotencia que sientes al entrar en tu casa», reconocía un matrimonio víctima de los cacos en A Rosada

Ha vuelto a ocurrir. Varias viviendas de las parroquias de Coiro y Darbo, en Cangas, han sido objetivo de los ladrones. Una de ellas es la de Ángel Martínez, en la calle A Rosada. Su mujer y él, únicos residentes de la morada, marcharon el pasado jueves a eso de las 21:30 horas y cuando regresaron cinco horas después se encontraron con su casa patas arriba. «Estaba todo revuelto», recuerda Martínez, quien todavía ayer se encontraba realizando labores de limpieza y desinfección para tratar de borrar cualquier resto de quienes aprovechando su salida «totalmente inusual a esas horas» irrumpieron en su casa, situada a pocos metros de la de sus vecinos que a esa hora todavía no dormían. «Nadie vio nada, debieron de estar controlándonos», considera. Uno de sus vecinos cuenta que durante varios días seguidos vio una furgoneta estacionada con dos «chavalitos» dentro a primera hora cuando salía en dirección al trabajo. En ese momento no le dio mayor importancia, pero ahora esa información podría ser valiosa para la Guardia Civil, que se ha hecho cargo de la investigación.

En un primer recuento, Ángel y su esposa echan de menos dos relojes y joyas, algunas con un importante valor sentimental. No había dinero, apenas 50 euros en un monedero. Pero lo que sí les llamó la atención a ellos, y especialmente a los agentes que acudieron a buscar huellas poco tiempo después, es el agujero en la nevera y la despensa. Arrasaron con las dos cuñas de queso que tenían en el frigorífico junto a una bandeja de jamón y un paquete de galletas. También les apeteció llevarse «dos o tres kilos de nueces que nos había dado un familiar y seis botellas de vino que había en una caja». Tampoco pasaron desapercibidas para estos cacos es la colección de cintas de vídeo que había en la parte inferior del mueble de la tele. «Se llevaron la mitad», explica, para lo que quizá necesitaron una de las mochilas que Ángel tenía para ir a caminar que también desapareció.

Más allá del botín, lo que más duele a este matrimonio cangués es que hayan usurpado su vivienda. «Lo peor es la impotencia que sientes al entrar en tu casa y verla así», lamenta la pareja. Una sensación compartida también por los afectados en la ola de robos que se produjeron hace apenas una semana en la parroquia moañesa de Domaio a través del mismo modus operandi. Accedieron a las casas forzando las ventanas, en una franja horaria similar, revolvieron todas las estancias y se fueron sin ser vistos, no sin antes tomarse un aperitivo o llevarse un piscolabis.

La Guardia Civil está investigando todas las denuncias presentadas por los afectos y tratando de recabar pruebas que puedan dar con los autores. Por el momento no ha trascendido si trabajan en la línea de que puedan ser los mismos ladrones los que actuaron en Moaña y en Cangas a tenor de que el ‘modus operandi’ es muy similar. El interés por los productos alimenticios les llevaría a pensar que podría tratarse de personas relacionadas con un ambiente conflictivo del entorno y que ya abría generado numerosas quejas vecinales.

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