El fuego continúa activo aunque controlado; se mantiene la situación 2 y ya ha quemado más de 60 hectáreas
La pasada fue una noche para olvidar, aunque desgraciadamente ese recuerdo nunca se borrará de la memoria de los vecinos de los barrios de Vilar y Paradellas, en Vilaboa. Vieron cómo el fuego bailaba al son del viento y en uno de esos pasos se dirigía directamente a sus casas. Durante los primeros minutos, eso de las 17:00 de la tarde del jueves, comenzó acechando a las viviendas del núcleo de Vilar, pero conforme caía la noche el miedo comenzó a entrar en territorio de Paradellas. La situación se volvió crítica. Todo, con Vilaboa casi al completo sin luz y bajo un denso humo que complicaba muy mucho la respiración a los vecinos, voluntarios, Guardia Civil, Policía Nacional y Autonómica y voluntarios de Protección Civil, que se mantenían expectantes sobre la evolución mientras trataban de mantener la calma en el vecindario que se iba organizando con cubos y botas de goma para plantarle cara a las llamas. Sabían que en la zona donde se encontraba el riesgo de que llegar a quemar casas era una realidad. Incluso una empresa del entorno dedicada al transporte de cemento puso a disposición del vecindario sus hormigoneras repletas de agua por si un nuevo cambio de viento volvía a amenazar a las casas de Areeiro.
Entretanto, motobombas, camiones de bomberos y brigadas forestales subían y bajaban. También ciudadanos anónimos de otros municipios limítrofes se acercaron hasta allí para echar una mano mientras las llamas asomaban ya entre los eucaliptos. Hasta que llegó un momento en el que, por seguridad, bajo el nivel 2 decretado por la Xunta, la Guardia Civil llevó a cabo el desalojo de 14 personas. Los residentes de cuatro chalets de nueva construcción y una vivienda unifamiliar más próximos al volcán de fuego. “Todavía estamos nerviosos y en alerta”, trasladaba Silvia Pérez a Atlántico ayer ya de vuelta a su domicilio, consciente de que “en cualquier momento esto puede volver a cambiar”.
Con la llegada del día, la situación parecía más esclarecedora aunque el fuego continuaba avanzando. Hasta el momento se han contabilizado 60 hectáreas calcinadas. Las lenguas de fuego ya no asustan tanto, de hecho el alcalde reconocía que “no se veían llamas vivas” pero que seguía activo y las altas temperaturas no estaban ayudando. “Estamos viendo que hay focos que se están reactivando”, decía tras una noche sin dormir César Poza. Confiaba que el viento no hiciese presencia para “estar relativamente tranquilos”. Sobre el origen del fuego, el regidor confirmó que fue una “imprudencia” de un vecino que se encontraba realizando labores de desbroce y, en este sentido, hizo un llamamiento a que “hay que ser consciente de lo que se hace y de lo que no se debe hacer” y “no se pueden hacer desbroces en una situación extrema como la que vivimos”. Inicialmente, no hay constancia de que se hayan abierto diligencias en este sentido.
Presencia de la UME y Puesto de Mando en Riomaior
La situación llegó a complicarse tanto de madrugada, que a las cinco de la madrugada llegaban efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) a Vilaboa para colaborar en las tareas de extinción. También a esa misma hora se montó el Puesto de Mando Avanzado junto a la Casa da Cultura de Riomaior, dada su ubicación estratégica para coordinar el dispositivo.
El alcalde, César Poza, estuvo presente a última hora de la mañana en ese punto para agradecer a todos los efectivos el trabajo que estaban realizando desde el inicio del fuego en la tarde del jueves, también la colaboraboración del vecindario por su implicación. También quiso destacar la predisposición de los alcaldes de Cuntis, Redondela, Moaña y Soutomaior que “desde el primer momento pusieron sus medios a disposición del Concello de Vilaboa”.
Al contrario que en Ourense donde la escasez de medios es una crítica habitual entre los vecinos, en Vilaboa estuvieron presentes desde el primer momento por tierra y aire.
Una casa de madera entre las llamas: “Pasamos mucho miedo”

Aunque la vivienda de su vecina Maruja aun estaba más cerca de las llamas que la suya, muchos eran los que tenían en su cabeza la casa de madera. Sabían que un pequeña chispa sobre su fachada podría ser irreversible. Pero quien comenzó a temblar de verdad al ver la inmensidad y cercanía del fuego fueron Laura Carrera y su pareja, propietarios de la vivienda cuya primera planta está levantada en su totalidad de este material acorde con el entorno. Gracias a sus vecinos lograron salvarla. No tenían luz y su motor no funcionaba para poder utilizar el agua, pero el tractor-sulfatadora de su vecino logró hacer un perímetro infranqueable. El incendio ya había entrado en la parcela colindante. “Pasamos mucho miedo, temimos que la casa ardiera”, expresaba Laura ayer en una “calma tensa”, como ella misma definía la situación.
Algo más tranquilos, aunque agotados y con las vías respiratorias todavía obstruidas por el humo, siguen subiendo para comprobar que los focos no se habían reactivado. Una finca que se encuentra sin limpiar y que resulta un auténtico polvorín. Y ahí es donde quiere poner el acento Laura, en la necesidad de que las administraciones, como el Concello, colabore con las comunidades de montes en la limpieza de los caminos y las sendas para permitir que ante una emergencia puedan estar accesibles, reclama que se amplíen las franjas de seguridad para mayor protección de los núcleos urbanos y pide conciencia sobre el monocultivo del eucalipto que está haciendo “estragos” en el monte gallego.