Una pareja de Oviedo que se encuentra de vacaciones en Moaña puso el grito en el cielo por impedirle entrar con un perro guía en una cafetería. La camarera pide disculpas y reconoce que fue un mal entendido pero niega discriminación
Un matrimonio natural de Oviedo ha sido el protagonista en las últimas horas en Moaña por un incidente que unos se empeñan en calificar como discriminación y que otros simplemente tachan de error. Los hechos ocurrieron en la tarde de este miércoles cuando Mónica y su marido Francisco disfrutaban de un paseo por el municipio durante sus vacaciones y decidieron entrar en la cafetería Os Laranxos de Moaña, en la céntrica calle Concepción Arenal, para tomar un refrigerio. Dado que la terraza estaba completa, optaron por acceder al interior y ahí fue cuando comenzó el conflicto.

Francisco es ciego y necesita de su perro guía. Así que lo tres, pareja y animal, cruzaron el umbral de la puerta y se dispusieron a sentarse en una mesa del local con normalidad. Según relata su Mónica, en ese momento “una chica nos llamó la atención y nos dijo que no podían acceder animales en el interior” y consideran que lo hizo de “muy malas formas”. “Nos dijo que no podía estar ahí bajo ningún concepto (el perro”, expresó y “nosotros le indicamos que era un perro guía que estaba trabajando, que no era una mascota”. Así, y reconociendo que esa actitud de la empleada de la cafetería le molestó soberanamente, y le hizo exaltarse y abandonar el establecimiento muy enfadada. “Me puse muy nervioso, nunca me había ocurrido esto”, afirmaba Francisco. Bien es cierto que el animal, un labrador de color negro, iba perfectamente identificado y con el rótulo de “perro guía” visible en su arnés y que estos perros pueden acceder allá donde precise hacerlo el dueño porque “son sus ojos y sus pies”, aclamaba el matrimonio.
Pero lo que podría haber quedado en un cliente insatisfecho por el trato se convirtió en enfrentamiento directo entre el matrimonio, la encargada del establecimiento, Carolina Molina, el local y hasta los clientes. Hasta el punto de que la disputa saltó a los medios de comunicación de cobertura autonómica.
También la Policía Local intervino minutos después para tratar de esclarecer el asunto, pero las dos versiones de lo ocurrido estaban demasiado distantes. No hay denuncia ante las fuerzas de seguridad, pero tampoco aceptan las disculpas de la trabajadora de la cafetería.
«TODO SE DEBIÓ A UNA CONFUSIÓN»
La otra cara de la moneda en este asunto es la de la trabajadora de la cafetería Os Laranxos, local cuestionado por el trato discriminatorio que dice el matrimonio sufrió por parte de la empleada, Carolina Molina. Reconoce que fue un error por “desconocimiento”, pero niega que existiera discriminación y malas formas como indica el matrimonio. Con los ojos llorosos, se mostraba dispuesta a contar su versión de lo ocurrido, con sus jefes como testigos y cortando la conversación para recibir los abrazos de los clientes que se acercaban hasta la barra para darle abrazos de apoyo.
“El problema vino por mi ignorancia, nunca me pasó algo así y no sabía que los perros guías podían entrar en todos lados”, reconocía Carolina mientras aprovechaba para pedir “disculpas” a los afectados. Eso sí, quería dejar claro que “no hicimos nada malo, en absoluto, y que todo se debió a una confusión”. “Cuando entraba en un lugar donde no tengo buena visibilidad vi acceder a una pareja con un perro negro grande y ahí es cuando les digo que con la mascota no pueden entrar al local. Ella me contesta que es un perro guía y que podía entrar a todos lados, pero como lo desconocía, le pedí que me diera cinco minutos para consultarlo y fue ahí cuando la señora se puso a gritar, diciéndome que se iban a ir, traté de tranquilizarla pero no me quiso escuchar, se ofendió muchísimo y no quiso aceptar mis disculpas pero solo tratamos de confirmar que lo que nos decía era cierto».
El propietario del establecimiento, Samuel Martín, no salía de su asombro ayer con la dimensión que había tomado el asunto. Considera que puede ser una metedura de pata, pero también está convencido de que podría haberse aclarado con una simple conversación sin necesidad de recurrir a los medios de comunicación. “Conozco a Carolina de sobra, sé que es imposible que las cosas sean como dicen ellos exactamente, y también sé al cien por cien que no se echa a nadie del local sin una llamada previa a mi, porque nadie actuó así en 20 años de negocio”, explicaba a Atlántico. “Todo el mundo tiene derecho a equivocarse, ellos en la forma de reaccionar y ella al no darse cuenta de que era un perro guía”, añadió.