Según datos del servicio de guardapesca de las Cofradías de Moaña y Vilaboa, durante este verano el furtivismo aumentó un 80%. También la originalidad de las excusas
Con el inicio de la temporada estival arrancan también las jornadas interminables de las mariscadoras de Moaña para vigilar a los conocidos como “furtivos de bañador”. Son aquellos, turistas pero también autóctonos, y normalmente ciudadanos con recursos, que aprovechan su paso por la playa para cargar con algunos kilitos de marisco y llevárselos a casa por la cara.
Según datos del servicio de guardapesca contratado por la Cofradía, este verano el robo de moluscos ha aumentado en un 80%. Muchos de los pillados in fraganti apenas llevan un puñado que, una vez cazados y advertidos, dejan nuevamente en el sitio sin responsabilidad delictiva y con el compromiso de no hacerlo más. Pero también están cada vez más los que arrasan, los que cogen grandes cantidades y son sancionados. El problema es que, puñado a puñado, entre los que actúan por desconocimiento y los que lo hacen a lo grande con plena consciencia, el daño para las mariscadoras es irreparable. Son incapaces de valorar cómo repercute económicamente en sus bolsillos que este año los robos se disparen, porque además de mermar su sueldo también les impide descansar para afrontar una nueva y dura jornada laboral con la salida del sol.
DOMINGOS Y FESTIVOS
“Nos repartimos como podemos para hacer guardias por las tardes y vigilar la playa para que no nos lleven el producto, especialmente los sábados, domingo y festivos porque es cuando más gente hay”, cuenta la presidenta de las mariscadoras de Moaña, Dolores Álvarez, que después de tantos años al pie del cañón ya distingue desde lejos a los que quieren hacer el agosto a costa del trabajo de ella y de sus compañeras a lo largo de todo el año. También sabe diferenciar perfectamente los que lo hacen sin maldad de los que son plenamente conscientes. “Tratamos de hacerles ver que es nuestro pan, que no pueden llevárselo, y hay quien nos pide disculpas porque realmente desconocía la gravedad de su acción. Pero también nos hemos encontrado gente con marisco escondido en la bragueta del bañador, mujeres con tres pechos, en el interior de muñecos que previamente han rajado, dentro de balones y hasta en una jaula de pájaros”, recuerda Álvarez.
AGRESIVOS Y CON EXCUSAS: “LOS QUERÍA DE MASCOTA”
Otra característica que la Asociación percibe es la agresividad de los turistas cuando les cogen con las manos en la masa. “Se ponen muy gallitos, más que nunca, y nos advierten (con total ignorancia) que nosotras no les podemos mandar que dejen el marisco”, reconoce para destacar a continuación la originalidad de las excusas que se ven obligadas a escuchar. El pasado julio tres personas, un padre y sus dos hijos ya mayores, naturales de Zaragoza, fueron encontradas en la playa da Xunqueira de noche buscando almejas. Cuando el equipo de vigilancia acudió a reprocharle su acción estos les contestaron que no podían marcharse a su ciudad sin llevárselo. También se han tenido que topar con quien, rastrillo y linterna en mano, decían estar buscando bajo la luz de la luna la alianza de matrimonio. Y una de las más curiosas llegó este fin de semana cuando unos padres aseguraron que recogían marisco para su hijo: “Nos dijo que lo quería como mascota”, cuenta con sorna porque tanto a ella como a sus compañeras no les queda otra que continuar con una labor de informativa y de vigilancia que tendrá su segunda fase de cara a las navidades.